5 de febrero de 2010

Alfonso Cravioto en La Habana: Los incidentes con El Vaticano

El siguiente artículo se publicó originalmente el 16 de febrero de 1993. El gobierno mexicano acababa de establecer relaciones diplomáticas con El Vaticano y la acreditación de Girolamo Prigione como nuncio apostólico en nuestro país había "desatado una serie de polémicas", incluida la de si el señor Prigione debía o no asumir la posición de decano del cuerpo diplomático acreditado en México. En ese contexto, Raúl Arroyo recordaba una situación similar ocurrida en La Habana, cuando Alfonso Cravioto era el embajador de México en Cuba.


A propósito de decanos
Los incidentes con El Vaticano

Raúl Arroyo

En 1935, el gobierno cubano vivió un incidente diplomático con el representante del El Vaticano, similar al que recientemente ha enfrentado la Cancillería mexicana. Después de que el gobierno de La Habana acreditó a su embajador ante La Santa Sede, ésta a su vez presentó al nuncio apostólico, término utilizado para designar a los embajadores de El Vaticano, que la representaría diplomáticamente en la isla antillana.

Con este motivo, el nuncio apostólico recién acreditado dirigió una nota a la Secretaría de Estado cubana, en la cual le comunicaba el agrado con el que la Santa Sede vería que él fuera reconocido como decano del cuerpo diplomático acreditado ante ese gobierno, atendiendo a la costumbre de que todos los nuncios gozaban de esa distinción, tal como en la actualidad sigue ocurriendo en algunos países, sobre todo en aquellos que reconocen a la católica como religión de Estado.

Ante aquella solicitud, el gobierno cubano, a través de su secretario de Estado, resolvió que la precedencia absoluta del nuncio era cuestión que debían resolver los propios jefes de las misiones diplomáticas acreditadas en La Habana, y que el gobierno se limitaría a reconocer la resolución que adoptaran.

Para ello el secretario de Estado cubano se dirigió a don Luciano López Ferrer, embajador de España en Cuba, quien por su antigüedad de acreditación ejercía el decanato diplomático en este país, para que a su vez hiciera las consultas pertinentes con los demás embajadores acreditados en la isla, que a la razón eran los representantes de Estados Unidos de América y México. Este último era don Alfonso Cravioto, pachuqueño distinguido que de representación diplomática en Bruselas había pasado como embajador a Cuba en febrero de 1934.

La respuesta del diplomático mexicano, quien por la antigüedad de su acreditación ocupaba el tercer sitio en el orden de precedencia, respondió a la nota del decano haciendo alusión a una serie de preceptos históricos y diplomáticos, mediante los cuales rechazaba, de la mejor manera, la postura del nuncio apostólico, a quien por la fecha en que había presentado sus cartas credenciales le correspondía en cuarto sitio en el orden de antigüedad del cuerpo diplomático.

Los argumentos de Cravioto fueron llevados más tarde a la Revista de Derecho que en La Habana publicaba a los más destacados juristas. En ella concluían felicitando al gobierno de México y al embajador Cravioto por el mérito jurídico de su estudio. Entre otras consideraciones mencionaba Cravioto el hecho de que era únicamente la costumbre el argumento que se invocaba para reconocer a los nuncios una superjerarquía, y recordaba que el decanato a dichos representantes diplomáticos se concedía originalmente en los países católicos, sin que esta preeminencia fuera reconocida en el Congreso de Viena. Asimismo anotaba acertadamente que en la vida internacional el fundamento primordial de las relaciones diplomáticas era la completa igualdad entre los estados y, por lo mismo, iguales las prerrogativas para sus representantes, y recordaba que, de acuerdo con la convención del Sexto Congreso Panamericano se declaró a los embajadores funcionarios diplomáticos de la más alta categoría, y no representantes personales del jefe del Estado, para concluir que en tales condiciones y con la observancia de aquellos principios el asunto del reconocimiento del decanato para el nuncio apostólico rebasaba la mera cortesía y se convertía en una cuestión de fondo, por lo cual, atendiendo al régimen de igualdad de las naciones, el único sistema que debía observarse en el orden de precedencia era reconocer aquella que se adquiere cronológicamente a partir de la fecha de presentación de credenciales.

Adujo, además, que en la vida diplomática no es posible conceder cortesías como se hace en la vida social, ya que lo impide la calidad de representación del Estado, y dio como ejemplo que el gobierno alemán había destituido a uno de sus ministros diplomáticos porque en una fotografía publicada en La Habana se había inclinado ante el nuncio en actitud de besarla la mano. Don Alfonso insistía en que el carácter religioso del representante diplomático estaba fuera de cualquier consideración, así como también el argumentar que el El Vaticano tiene predominio en los países donde la población es mayoritariamente católica.

Con esos argumentos, nuestro embajador, orgullosamente hidalguense, comunicó que muy a su pesar no podía acceder a la sugerencia del gobierno cubano, y como embajador de México declaró tajantemente su negativa para ceder la precedencia que le correspondía.

Tiempo después, en marzo de 1937, la revista Cvltvra Hidalguense publicó el análisis del embajador Cravioto, complementado por una glosa del entonces juez de Distrito en Hidalgo, licenciado Agustín Téllez López, padre de quien 52 años más tarde sería representante personal del presidente Salinas de Gortari ante el Papa Juan Pablo II. De aquella publicación, afortunadamente en nuestra biblioteca tomamos hoy los datos referidos.

A raíz de su acreditación como nuncio apostólico, el señor Girolamo Prigione ha desatado una serie de polémicas respecto a las relaciones que recientemente ha establecido el gobierno mexicano con El Vaticano, a la cual se aúna la referente a si debe o no asumir la posición de decano del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país.

Haciendo valer la práctica que en México rige la vida diplomática, la Secretaría de Relaciones Exteriores ha declarado que la categoría de decano seguirá manteniéndola el embajador de Cuba, don José Fernández de Cossío, representante de aquel país donde un hidalguense defendió, hace 58 años, con razones históricas y jurídicas, la precedencia de los embajadores de acuerdo con la antigüedad de su acreditación.

2 comentarios:

  1. Interesante. Ahora que se pone de moda el wikileaks y el exceso de información mal digerida o mal intencionada, da gusto apreciar el artículo del Sr. Raúl Arroyo, que ofrece al mismo tiempo el relieve ético y profesional del Sr. Alfonso Cravioto, sentando un precedente que apuesta mucho más por la igualdad de todo ante los privilegios-perseguidos de unos pocos. Un saludo.

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  2. El mismo Jesucristo lo hubiera aplaudido. El que se considere mayor entre todos es el que debe servir a los demás. Así como Jesús se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos.

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