26 de abril de 2011

Emilio Ordóñez y la destitución del general Rafael Cravioto

En un artículo publicado el 24 de abril pasado en El Sol de Hidalgo, el licenciado Juan Manuel Menes Llaguno, cronista del Estado de Hidalgo, se refiere a una oscura historia que vincula al general Rafael Cravioto con la muerte del periodista Emilio Ordóñez, en 1894. Con la anuencia de su autor, publico dicho artículo en esta bitácora porque ofrece una visión equilibrada, a diferencia de algunas otras versiones que se han escrito sobre este mismo hecho. El Sol de Hidalgo 24 de abril de 2011
Periodista incinerado en horno
Por Juan Manuel Menes Llaguno Cronista del Estado de Hidalgo Pachuca, Hidalgo.- La misteriosa desaparición en la ciudad de Pachuca del periodista Emilio Ordoñez entre finales de marzo y principios de abril de 1894, dio pábulo a diversas conjeturas, que la prensa y la conseja popular se encargaron de maximizar. En efecto, Narciso J. Fernández, quien llegaría a ser gobernador del Estado, esbozaría, en un diario de la época, la posibilidad de que el cuerpo de Ordoñez que estaba preso en la cárcel de la capital del Estado se hubiera incinerado en el horno crematorio inaugurado por el gobernador Rafael Cravioto unos días antes, el 17 de marzo de ese mismo año. El horno crematorio al que se refería la nota de Fernández se había construido en las faldas del cerro de la Cruz sobre el camino al rancho de Las Palmitas, a petición del doctor Nemorio Andrade a fin de aliviar el grave problema que representaba el sacrificio de gran cantidad de bestias, que inútiles para continuar en el tiro de coches, tranvías o en los diversos menesteres de las haciendas de beneficio, eran sacrificadas y abandonadas en terrenos baldíos o la orilla de los caminos, con la consecuente molestia que ello significaba. El horno, según leemos en los Anales del profesor Teodomiro Manzano, hizo su primera incineración el 17 de marzo de 1894, reduciendo a cuatro kilos y medio de ceniza el cadáver de un caballo, con lo que a decir de este cronista pachuqueño, el horno mostró sus bondades. Cuando días más tarde, el 2 de abril, Emilio Ordoñez desapareció de la cárcel de Pachuca, donde permanecía por haber sido acusado de haber asesinado junto con su hermano Francisco a Manuel Escamilla, en un punto cercano a Pachuca, denominado la Rabia, se soltaron todo tipo de rumores, esparcidos por la prensa de la Ciudad de México, aseverando que Ordoñez había sido asesinado por órdenes del gobernador Cravioto y luego incinerado para borrar todo rastro. El Periódico Oficial del 1º de mayo de 1894 dedicó por completo su editorial al asunto, señalando que Emilio Ordoñez, después de fugarse de la cárcel de Pachuca la madrugada del 2 de abril de ese año, se refugió en un rancho de Chicontepec, Veracruz, donde se supo fue asesinado por un indígena. Sin duda, la nota aclaratoria del Periódico Oficial resultó a todas luces inverosímil, pues ni los amigos y familiares de Ordoñez ofrecieron pruebas del homicidio y cremación del cuerpo, ni la versión del gobierno resultó creíble, de modo que ante las conjeturas de un lado y otro, la historia cedió paso a la leyenda. Lo cierto es que esa misteriosa desaparición, permitió que el presidente Díaz, informado de que el gobernador Cravioto pretendía levantarse en armas en Huahuchinango, le retirara su apoyo para continuar en el gobierno local, por lo cual le mandó llamar para decirle que deseaba concluyera cuanto antes su gestión, Cravioto le respondió entonces: "Compadre, me haces esto porque sabes que ya no monto a caballo", aunque bien sabía el viejo dictador que Cravioto era hombre valeroso y querido por diversos grupos, entre los que se encontraban los "valientísimos tenangos", indígenas oriundos de Tenango de Doria, que se distinguieron durante la intervención francesa bajo las órdenes del general Rafael Cravioto por su valerosidad. Después de la entrevista Díaz-Cravioto, llegadas las elecciones para elegir gobernador en el estado de Hidalgo, el Presidente ordenó que las maniobras militares a cargo del general Lauro Villar se hicieran sorpresivamente en Pachuca. Al llegar los contingentes de soldados a las órdenes del general Villar, éste acudió a saludar al gobernador a quien le dijo: "Mi general, tengo órdenes del Presidente de manifestar a usted su deseo de que en las elecciones resulte triunfador don Pedro L. Rodríguez y aquí estaré hasta que se cumplan, en tanto debo decir a usted que mis cañones apuntan sobre la ciudad por si hubiera algún fracaso en esta petición". Los comicios se celebraron y en total desacato a las órdenes de don Porfirio, el general Cravioto fue electo y tomó posesión el primero de abril de 1897 y aunque Lauro Villar no hizo sonar sus cañones, otro grupo de militares, según señala Sandalio Mejía Castelán, irrumpieron en las propiedades del general en Huauchinango, donde, de acuerdo con el parte enviado al Presidente, encontraron armamento, y entonces Cravioto fue obligado a renunciar el 30 de octubre de ese año. Tal es a grandes rasgos el desarrollo de aquel capítulo de nuestra historia que mezcla historia y leyenda en el género de la crónica que aquí presentamos. La nota original puede leerse en http://www.oem.com.mx/elsoldehidalgo/notas/n2052189.htm

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