Jorge Marcelo Cravioto Navarrete (1915–1998) fue un verdadero pionero de la ingeniería mexicana, especialmente en el mundo de las obras subterráneas. Se atrevió a innovar en terrenos que muchos consideraban imposibles, sobre todo en el complicado subsuelo del Valle de México.
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Jorge Marcelo Cravioto Navarrete |
Hijo de Francisco Cravioto Gallardo y María Esperanza Navarrete Espinosa de los Monteros, nació en la Ciudad de México el 22 de diciembre de 1915. Estudió en el Instituto Franco Inglés y más tarde cursó ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). También se formó en la reconocida École Nationale des Ponts et Chaussées [Escuela Nacional de Puentes y Caminos] de París, una de las más prestigiosas en ingeniería civil.
Trayectoria profesional
En sus primeros años de ejercicio profesional Cravioto cimentó su experiencia construyendo estructuras de concreto, edificios y casas. En 1946 se asoció con varios ingenieros para fundar Macomber de México, S. A., dedicada al diseño y construcción de estructuras de acero soldadas, una tecnología que “reduce el peso y el costo de las estructuras”.¹ La obra más emblemática de esa empresa fue la estructura del Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
En 1948 fundó la Constructora Estrella –dedicada a la construcción de caminos y obras hidráulicas e hidroeléctricas– y la empresa Constructora (CUSA), dedicada a estudios y proyectos, así como a la construcción de caminos.
Por esos años, probablemente a través de alguna de sus empresas, colaboró con Constructores y Contratistas, S. A. de C. V., donde trabajó como ingeniero en la construcción del Hotel Elvira en Torreón, Coahuila, y posiblemente también en el Hotel Nazas, en la misma ciudad.
“En 1954 se inició como contratista en la Dirección de Obras Hidráulicas del Departamento del Distrito Federal y entró en contacto con los problemas de agua y drenaje de la Ciudad de México y con las dificultades para construir grandes colectores en un subsuelo arcilloso”.² Fue parte de la introducción de nuevos métodos constructivos en obras como el entubamiento del río Mixcoac, el colector de Pantaco y el acueducto de Chiconautla.
Su mayor legado comenzó en 1961, cuando se sumó a los esfuerzos por mejorar el sistema de drenaje de la Ciudad de México, que enfrentaba inundaciones y hundimientos constantes. Aquí fue donde Cravioto se lució como inventor y constructor, desarrollando métodos únicos. Entre sus aportaciones más destacadas está el diseño del primer escudo para túneles en México, que revolucionó la construcción en suelos blandos. También ideó, junto con el ingeniero Abel Villarreal, la técnica de lumbreras flotadas, que permitió acceder al subsuelo en condiciones difíciles, y que sigue vigente por su eficacia y seguridad.
Cravioto fue pieza clave en la creación del Sistema de Drenaje Profundo de la Ciudad de México y dejó huella en proyectos hidráulicos, ferroviarios y eléctricos en todo el país. Participó en más de 30 túneles, incluyendo el monumental Analco–San José del Sistema Cutzamala, de 16.2 km de longitud.
También trabajó en túneles en macizos rocosos como Agua Escondida, San Martín y Zapatera, del proyecto Hidroeléctrico San Bartolo; en la casa de máquinas de San Bartolo II; en la central subterránea de Malpaso; en los túneles de drenaje de Monterrey; en la ampliación de la casa de máquinas subterránea de Infiernillo; en una parte del emisor central de la central subterránea de Pizayambo, en Ecuador; y en la terminación del túnel ferroviario La Jarochita, entre otros.
Pero no solo construyó obras: también impulsó el desarrollo de nuevas herramientas teóricas para entender mejor el comportamiento del suelo y mejorar los diseños estructurales.
A pesar de enfrentar serios problemas de salud en sus últimos años, nunca dejó de hablar con pasión sobre túneles y soluciones técnicas. Falleció en la Ciudad de México el 28 de febrero de 1998. Su legado no solo se ve en las obras que ayudó a construir, sino también en la inspiración que dejó entre colegas, investigadores y futuras generaciones de ingenieros.
¿Cómo impacta su legado en la vida de los habitantes de la Ciudad de México?
- Sanidad. Antes del Sistema de Drenaje Profundo, la ciudad sufría inundaciones constantes. Cravioto fue clave en diseñar y construir túneles que permiten evacuar enormes volúmenes de agua, incluso durante lluvias intensas.
- Acceso al agua potable. Obras como el túnel Analco-San José del Sistema Cutzamala, que transporta agua desde el Estado de México hasta la capital, abastecen a millones de personas.
- Modelo de ingeniería nacional. Cravioto demostró que México podía desarrollar tecnología propia. Esto no solo fue motivo de orgullo, sino que también impulsó la formación de nuevas generaciones de ingenieros y fomentó una cultura de innovación y riesgo calculado.
En resumen, su trabajo está –literalmente– bajo nuestros pies, sosteniendo la vida urbana moderna. Su legado puede ser invisible para muchos, pero es esencial para todos.
Un legado que exige continuidad
Desde el fallecimiento del ingeniero Jorge Marcelo Cravioto Navarrete en 1998, la Ciudad de México no ha dejado de crecer, y con ella, los retos. El sistema de drenaje profundo y las obras hidráulicas que él ayudó a construir fueron soluciones visionarias para su época, pero hoy enfrentamos una realidad más compleja: escasez de agua, hundimientos y lluvias que rebasan la capacidad de la infraestructura actual.
Cravioto se atrevió a imaginar lo que no existía, a construir en condiciones que otros consideraban imposibles, y lo hizo con rigor, humanidad y compromiso.
Hoy más que nunca necesitamos ingenieros con esa misma audacia: capaces de crear soluciones innovadoras y eficientes, no solo para resolver problemas, sino para anticiparlos. Ingenieros que, como Cravioto, comprendan que cada túnel, cada lumbrera, cada cálculo, es también una forma de cuidar la vida de millones.
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1. Fernando Hiriart Balderrama, “Semblanza del Ing. Jorge Cravioto Navarrete”, Reunión Técnica Homenaje al Ing. Jorge Cravioto Navarrete, p. 5, AMITOS, Ciudad de México, noviembre de 1999.
2. Ibid.
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